Esta colorida obra del pintor ruso Kandinsky es un gran ejemplo del movimiento de vanguardias del expresionismo abstracto, de la mano del cual llegamos a la ausencia de la pintura figurativa.
Los colores primarios dominan el cuadro y se establece una división en la que, la parte izquierda del cuadro, dominada por los amarillos, es ligera y abierta, mientras que, la derecha, es oscura y dramática. Los colores, a modo de polos opuestos, quedan unidos por las superficies rojas y grises.
Los cuadros abstractos encierran un significado más profundo de lo que aparentemente se observa.