El colorido, las formas agradables, el gesto de los personajes… esta obra, del pintor austríaco Gustav Klimt, desprende una buena dosis de dulzura que encanta a los niños.
La obra representa a dos amantes, de tamaño natural, rodeados de oro. De sus cabezas y pies, brotan flores y plantas, como señal de fertilidad de un amor tan apasionado como el de ellos.
La obra se enmarca dentro del “Periodo Dorado” de Klimt, quien recoge la tradición de los iconos bizantinos tan proclives a los dorados para representar a la divinidad.